Claustro de profesores
No hemos venido a manifestarnos contra nadie sino a favor de lo que nos preocupa, interesa y motiva: una educación de calidad en la que, por supuesto, no sobra ningún tipo de enseñanza. Al contrario, creemos que la escuela pública y la concertada están condenadas a entenderse, pero no porque se trate de una condena sino de una realidad, aquella en la que los distintos modelos educativos son complementarios y se enriquecen mutuamente. Ambas enseñanzas son sostenidas con fondos públicos y lo que nos une, lo que nos acerca, es lo esencial: creer, por encima de todo, de disputas, discrepancias y leyes polémicas, en los chavales.
Queremos reivindicar el hecho de estar contentos en las Anas, quienes gestionan el centro sin ánimo de lucro, con un ánimo que va más lejos, dejar su huella en distintas generaciones en Fraga.
Estamos convencidos de que nuestra forma de entender la educación tiene su papel en este siglo XXI, que no puede quedar relegada a “no hacer ruido”, a permanecer callada, a desvanecerse sin prisa pero sin pausa. Abogamos por el respeto y la cooperación.
No nos mueve el conflicto ni el enfrentamiento sino la convivencia armónica con la red pública. Estamos preocupados por la polarización de estos tiempos. No entendemos que desde la política se haga oídos sordos a un amplio sector de la sociedad que solo desea un pacto educativo y lo mejor, obviamente, para sus hijos, la posibilidad de escoger el centro.
Creemos en una educación que garantice la igualdad de oportunidades y la cohesión social, que trate a todos por igual respetando y teniendo en cuenta sus diferencias y cualidades. Es decir, estamos cansados de mitos, clichés y tópicos sobre nosotros, sobre una enseñanza concertada cuyo proyecto posee al menos los mismos valores que cualquier otra enseñanza.
Podrán decir lo que quieran, pero no nos apetece pedir perdón por trabajar en aquello que nos gusta, donde nos gusta y al lado de unas familias que comparten nuestras intenciones y forma de creer en la enseñanza y, en primer lugar, en los alumnos.
Padres y madres
SINCERAMENTE pensamos que tenemos el derecho a elegir dónde queremos que se escolaricen nuestros hijos. Es evidente que si desaparece la variedad de oferta nos quedamos sin libertad de elección.
Nos preocupa la supervivencia de la enseñanza concertada, que se ponga en peligro un derecho básico, que corramos el riesgo de que desaparezcan distintas líneas, cursos enteros y un colegio y nos preguntemos entonces qué sucedió realmente.
No entendemos que se insista en perpetuar esta lucha sin sentido entre la escuela pública y concertada. No estamos por avivar el desencuentro sino lo que nos hace fuertes como sociedad: comprender el valor de las diferencias, respetar la naturaleza e idiosincrasia de cada centro.
Nos duele que se juegue de esta manera con la enseñanza y con nuestras libertades. Formamos parte del mismo sistema educativo, si bien no queremos perder nuestra identidad. Somos conscientes de que nos jugamos mucho. No creemos en las imposiciones sino en la pluralidad.
No queremos que nadie decida por nosotros dónde llevar a nuestros hijos, quienes se merecen una educación con espacio para los diferentes centros.
Ojalá algún día se llegue al consenso, al acuerdo, a un pacto que esté a la altura de lo que pedimos, algo que, por otra parte, no es nada extraño, una educación donde quepa cualquier escuela, donde no se fomente una enseñanza en detrimento de otra.
Tampoco podemos pedir perdón por haber elegido en su día este colegio. Solo quisimos entonces que nuestros hijos recibieran una educación en la que creemos, de igual forma que confiamos en la convivencia necesaria, pacífica, colaborativa, con la escuela pública. Es el legado más valioso que podemos ofrecer a nuestros hijos, que descubran que es verdad aquello de que vivimos en una sociedad diversa, plural y heterogénea.
Se pierde demasiado tiempo en discusiones y leyes que nos enfrentan, en reformas que lo único que consiguen es echar leña al fuego de la confrontación. Solo queremos, en definitiva, lo que quiere cualquier familia en cualquier lugar, una educación que forme a los alumnos para afrontar su futuro. El problema es que el presente está lleno de incertidumbre y se cuestiona nuestro derecho a identificarnos con un determinado proyecto educativo. Nos vemos obligados a hacer los deberes, a defender nuestras convicciones.